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“De Júpiter y de las ranas”,
más allá de ser una fábula con pretensión de señalar el vicio de desear más de
lo que se tiene, característica asociada a las ranas también en la fábula “De
la rana y del buey”, es una historia sobre la formación del Estado, aquel mito
fundador del que tantas páginas han sido escritas y debatidas. Si en la fábula
“errar” se entiende como abuso, existe un hombre (o entidad / institución) a
quien las ranas (un símil para representar a las personas) otorgan autoridad y
le ceden su poder a fin de intermediar en sus relaciones, para prevenir el
desmán de “las ranas” más fuertes y proteger a las más débiles. O si “errar” se
lee como exceso, existe un hombre a quien las ranas ceden su poder para que
éste regule sus relaciones y evite el “dilema de los comunes”. De ambas formas,
ese personaje que concentra el poder otorgado por las ranas es productor de
miedo (tanto el madero como la cigüeña). Sí, miedo, ese elemento clave para
sellar el pacto social – Estado.
Muchos elementos se escapan
de mi compresión debido a mi escaso conocimiento en ciencia política, pero
después de leer sobre ese primer regidor y la exigencia de las ranas por tener
uno quien pudiera ejercer castigo sobre ellas (la cigüeña, audaz y
aleccionadora en “De la raposa y de la cigüeña”), no puedo evitar referirme al
establecimiento de un gobierno cooptador (Del
deber de la desobediencia civil). Si bien su construcción no se trata de un
proceso deliberado, ni mucho menos coordinado por ciertos personajes a petición
de las personas, sí se trata de un proceso en el que poco a poco se ceden
libertades y se desdibuja la línea entre lo público y lo privado, esa línea que
por infortunio debió ser establecida una vez se planteó la vida en sociedad
bajo la figura estatal.
“De Júpiter y de las ranas”:
(1) Las ranas, viviendo
libremente en las lagunas y riberas donde más les placía, juntándose con gran
clamor, pidieron a Júpiter que les diese un regidor y gobernador, el cual
corrigiese y castigase a las que errasen entre ellas. (2) Oída esa petición,
Júpiter se rió de ellas. Pasado el tiempo comenzaron a dar grandes voces y como
no vieron ninguna señal de Júpiter, enviaron a suplicarle sobre ello. El cual
como era piadoso, viendo su inocencia,
les envío una gran viga a la laguna. (3) Las ranas, oyendo el gran sonido que
se hizo en el agua, del madero pesado todas huyeron y fueron espantadas, mas
poco después una de ellas alzó la cabeza sobre el agua para mirar y saber qué regidor tenían, y viendo que
era un madero, llamó a las otras. Y algunas llenas de miedo se juntaron para saludar a su nuevo rey, y cuando
llegaron hasta él, se dieron cuenta de que era un madero en el cual no había
espíritu de vida. Y llegando más cerca se subieron sobre él y le hollaron y
pisaron con los pies. (4) Y así otra vez volvieron a rogar a Júpiter, diciendo
que el regidor que les había dado era cosa inútil y tal que no podía ejercer el
castigo en ellas, y que por eso les fuese dado otro más conveniente. (5)
Entonces Júpiter les envío la cigüeña, la cual comenzó a comerlas una a una.
Viendo las ranas esta crueldad llamaron con altas voces y llorando a Júpiter,
pidiendo ser socorridas de él, diciendo que todas morirían. A las cuales
respondió Júpiter tonante desde lo alto: “Como vosotras me demandasteis rey, yo
no os lo querría dar, y contra mi voluntad y gran instancia vuestra, os di la
viga, la cual menospreciaste, y así os otorgué a ese gobernador que ahora
tenéis y tendréis en adelante, y razón es que ya no quisisteis el bien, ahora
sufráis el mal. (6) Quiere decir esta fábula que no conoce el hombre el bien
salvo cuando prueba el mal. Y que debe estar contento el que tiene lo que le
conviene, y asimismo no sea de otro lo que puede ser suyo.