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diciembre 22, 2011

Sobre un “mito fundacional”

Al sabio Esopo, sea quien sea… o quienes sean, se concede la autoría de numerosas fábulas protagonizadas las más de las veces por animales asociados a ciertas características, valores o vicios. Entre ellas la historia “De Júpiter y de las ranas”. Historia que curiosamente, a diferencia de las demás fábulas de Esopo, no mantiene la estructura distintiva de esta figura literaria: un inicio en el que se advierte del tema señalando y el tipo de valor moral a tratar (en este caso no es explícito), un desarrollo, y una lección que repite la parte con la que se dio comienzo a la narración.

“De Júpiter y de las ranas”, más allá de ser una fábula con pretensión de señalar el vicio de desear más de lo que se tiene, característica asociada a las ranas también en la fábula “De la rana y del buey”, es una historia sobre la formación del Estado, aquel mito fundador del que tantas páginas han sido escritas y debatidas. Si en la fábula “errar” se entiende como abuso, existe un hombre (o entidad / institución) a quien las ranas (un símil para representar a las personas) otorgan autoridad y le ceden su poder a fin de intermediar en sus relaciones, para prevenir el desmán de “las ranas” más fuertes y proteger a las más débiles. O si “errar” se lee como exceso, existe un hombre a quien las ranas ceden su poder para que éste regule sus relaciones y evite el “dilema de los comunes”. De ambas formas, ese personaje que concentra el poder otorgado por las ranas es productor de miedo (tanto el madero como la cigüeña). Sí, miedo, ese elemento clave para sellar el pacto social – Estado.

Muchos elementos se escapan de mi compresión debido a mi escaso conocimiento en ciencia política, pero después de leer sobre ese primer regidor y la exigencia de las ranas por tener uno quien pudiera ejercer castigo sobre ellas (la cigüeña, audaz y aleccionadora en “De la raposa y de la cigüeña”), no puedo evitar referirme al establecimiento de un gobierno cooptador (Del deber de la desobediencia civil). Si bien su construcción no se trata de un proceso deliberado, ni mucho menos coordinado por ciertos personajes a petición de las personas, sí se trata de un proceso en el que poco a poco se ceden libertades y se desdibuja la línea entre lo público y lo privado, esa línea que por infortunio debió ser establecida una vez se planteó la vida en sociedad bajo la figura estatal.

 “De Júpiter y de las ranas”:

(1) Las ranas, viviendo libremente en las lagunas y riberas donde más les placía, juntándose con gran clamor, pidieron a Júpiter que les diese un regidor y gobernador, el cual corrigiese y castigase a las que errasen entre ellas. (2) Oída esa petición, Júpiter se rió de ellas. Pasado el tiempo comenzaron a dar grandes voces y como no vieron ninguna señal de Júpiter, enviaron a suplicarle sobre ello. El cual como era piadoso, viendo su inocencia, les envío una gran viga a la laguna. (3) Las ranas, oyendo el gran sonido que se hizo en el agua, del madero pesado todas huyeron y fueron espantadas, mas poco después una de ellas alzó la cabeza sobre el agua para mirar y saber qué regidor tenían, y viendo que era un madero, llamó a las otras. Y algunas llenas de miedo se juntaron para saludar a su nuevo rey, y cuando llegaron hasta él, se dieron cuenta de que era un madero en el cual no había espíritu de vida. Y llegando más cerca se subieron sobre él y le hollaron y pisaron con los pies. (4) Y así otra vez volvieron a rogar a Júpiter, diciendo que el regidor que les había dado era cosa inútil y tal que no podía ejercer el castigo en ellas, y que por eso les fuese dado otro más conveniente. (5) Entonces Júpiter les envío la cigüeña, la cual comenzó a comerlas una a una. Viendo las ranas esta crueldad llamaron con altas voces y llorando a Júpiter, pidiendo ser socorridas de él, diciendo que todas morirían. A las cuales respondió Júpiter tonante desde lo alto: “Como vosotras me demandasteis rey, yo no os lo querría dar, y contra mi voluntad y gran instancia vuestra, os di la viga, la cual menospreciaste, y así os otorgué a ese gobernador que ahora tenéis y tendréis en adelante, y razón es que ya no quisisteis el bien, ahora sufráis el mal. (6) Quiere decir esta fábula que no conoce el hombre el bien salvo cuando prueba el mal. Y que debe estar contento el que tiene lo que le conviene, y asimismo no sea de otro lo que puede ser suyo.

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